viernes, 11 de enero de 2013

Una guerra en la que no podemos descuidarnos



Asunto de vida o muerte

“Finalmente, hermanos, un favor les pido por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu: apóyenme con sus oraciones ante Dios” Romanos 15:30

El apóstol Pablo sabía como orar con todo su ser.
El pedido de ser apoyado en su oraciones va más allá de las palabras. Si nos adentramos en la vida del varón de Dios, vemos que él se dedicaba por completo al Señor, y esto solo se puede hacer mediante el consistente, pertinaz, hábito de orar.

Es la misma dedicación que necesita un soldado para estar listo para entrar en batalla. Cuando se entrena, busca perfeccionarse, endurecerse, responder por reflejo a las amenazas, para que, cuando lo necesite, su cuerpo y mente estén listos para entrar de lleno en el conflicto, en combate.

No nos confundamos ni por un segundo, la batalla espiritual es una batalla de vida o muerte. Es más, estamos hablando de una vida que se prolonga luego de nuestro corto pasaje por este mundo. La vida o muerte espirituales son eternas.

Recordemos lo que el mismo Pablo nos dice en su Carta a los Efesios: “La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!” Capítulo 6 versículo 12

El soldado de Cristo está continuamente involucrado en ese combate mortal. El no orar, el no permanecer en contacto con Dios, es perder terreno, es sufrir heridad que pueden ser mortales. Es caer en manos de un enemigo despiadado que no solamente quiere triunfar sobre nosotros, su objetivo es destruir a cada ser humano, es enviar al infierno a toda criatura hecha a la imagen y semejanza de Dios.

El triunfo depende de la fuerza, de la dedicación que pongamos en la oración, herramienta primordial en la lucha.

Pero no solamente es esforzarse, no desmayar, continuar hacia la meta, sacando fuerzas de una fe que no ve con ojos humanos, sino que con vista espiritual avizora las cosas que están más allá de lo natural, de nuestra reducida realidad circundante. El orar es acumular beneficios, tesoros en el cielo. Es como pagar un seguro, una cuota mutual, para que cuando necesitemos, las bendiciones desciendan sobre nosotros.

Orar de todo corazón, teniendo en mente que somos propiedad de Dios, es el secreto.

¿Quieres orar conmigo?.
 Amado Padre, queremos agradecerte que nos eduques sobre la importancia de permanecer en oración. Te pedimos que, como propiedad tuya que somos, nos cuides y protejas de las garras del maligno. Enséñanos a estar alerta y orar en todo tiempo, de buscarte de día y de noche, de decir con el salmista: “así como el ciervo brama por las Corrientes de agua, asi clama por tí, oh Dios, el alma mía”. Pon en nuestro entendimiento que lo cotidiano no debe quitar de nuestra vista lo más importante, Tu Presencia.   

En el Nombre de Jesús. 
Amén
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

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