Año 2 Número 6
“Quien
se quiera vanagloriar, que se vanaglorie de entenderme y conocerme. Porque yo
soy el Señor, que hago misericordia, imparto justicia y hago valer el derecho
en la tierra, porque estas cosas me complacen.»” Jeremías 9:23
¿Le pedirías algo importante
a un desconocido? ¿Confiarías tu vida o la de tus hijos a alguien de quien no
sabes nada?
¿Cuando le pides a Dios,
sabes con quién hablas? ¿conoces en verdad las posibilidades que existen de que
te responda?
¿Te has preguntado: porqué
me va a responder a mí?
Transcribo palabras de un
hombre de oración, porque sería pecar de pedante si pretendo mejorar su tan
bien explicada razón por la que orar. Dijo E.M. Bounds:
“Los propósitos maravillosos necesitan
oraciones maravillosas para ser ejecutados. Las promesas que producen milagros
necesitan oraciones para ser cumplidas. Solo la oración divina puede operar
promesas divinas o llevar a cabo propósitos divinos. ¡Cuán grandes, cuán
sublimes y cuán exaltadas son las promesas que Dios hace a su pueblo! ¡Cuán
eternos son los propósitos de Dios!
Sin embargo, nuestras
oraciones son demasiado cortas y débiles como para ejecutar los propósitos, o
para reclamar las promesas de Dios con el poder adecuado. ¿Por qué estamos tan
empobrecidos en nuestra experiencia y vivimos en un nivel tan bajo cuando las
promesas de Dios son “preciosas y magníficas”? ¿Por qué los eternos propósitos
de Dios se mueven tan tardíamente? ¿Por qué son tan pobremente ejecutados?
Fracasamos en cuanto a apropiarnos de las promesas divinas y hacer descansar
nuestra fe en ellas, y orar con fe es la solución. “No tienen, porque no piden.
Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones”.
La oración está basada en el
propósito y en la promesa de Dios. Orar es someterse a Dios. La oración no tiene
ningún lamento en contra de la voluntad de Dios. Puede clamar contra la
amargura y el terrible peso de una hora de angustia indecible: “Si es posible,
pase de mí esta copa”. Sin embargo, está sobrecargada con la sumisión más
definida y más dulce, “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
La oración en su forma
habitual y en su corriente profunda, es una conformidad consciente de la
voluntad de Dios, basada en la promesa directa de su Palabra, y bajo la luz y
la aplicación del Espíritu Santo. Nada es más seguro que La Palabra de Dios
como fundamento de la oración.
Oramos solo cuando creemos
en La Palabra de Dios. Está basada directa y específicamente en las promesas de
Dios reveladas en Cristo Jesús.”
La respuesta a las preguntas
de arriba es que tienes que conocer a Dios, tienes que conocer sus promesas,
contenidas en Su Palabra, para creer. Si no lees la Biblia, si no te enteras de
los cientos de promesas que contiene, ¿cómo vas a pedir con seguridad?
Es posible que no tengas
tiempo, es posible que vivas aceleradamente, y aunque para ti sea válido el
decirlo como excusa, seguirás sin conocerlo y sin tener confianza en El.
Así que ya sea en el bus, o
cuando esperas a alguien o en la fila del cine, o de la oficina pública, lee la
Biblia, entérate de todo lo que hay disponible para tí en las arcas celestiales.
¿Quieres orar conmigo?
Padre
mío y Dios mío, pon en mi la sed por tu palabra, que dentro de mí crezca el
deseo de conocerte, hazme entender que amarte es recibir tu amor, y con él,
las promesas que tienes para mí. Enseñame que debo hacer para que mis oraciones
sean respondidas. Responde esta misma oración que estoy haciendo ahora,
mostrándome tu gracia, tu misericordia y tu perdón. Hazme entender que
obedecerte es permanecer en tí.
En el Nombre de Jesús.
Amén
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez
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