“Pero si tu ojo es maligno, todo tu
cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas,
¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Mateo 6:23
Esta mañana estaba leyendo algunos
devocionales que recibo de diferentes sitios cristianos.
El título de uno de ellos me llamó la
atención, tenía un cierto significado misterioso, escondido: “el ojo maligno”.
Pensé: -Una persona mala exterioriza
su maldad con acciones, no es sólo su mirada. Con agresión física, con insultos,
con algo más que una mirada aviesa. Pero ojo malo….
Hemos adquirido por costumbre, para no
caer en la ligereza de criticar espontáneamente, el tratar de aplicar el
contenido del devocional en nosotros primero. De esta forma, si algo de lo
expresado ayuda a corregir mi propio comportamiento y manera de pensar,
comienzo por casa y luego de barrer, recoger mi propia basura y arrojarla lejos,
entonces me dedico a escribir.
Y esto es porque no se apunta ligeramente
con el dedo cuando hemos descubierto que en nuestra persona hay que aplicar las
reformas primero; es aplicar el famoso pasaje de la viga de nuestro ojo versus
la paja en el ojo ajeno.
Hecha la salvedad continúo con el
asunto del ojo, porque el tema de hoy concierne a ese par de ventanas de
nuestro rostro.
Y Mateo, el evangelista, comienza el
pasaje así: “ La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu
ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”
-¿Puedes
captar la diferencia entre un ojo bueno y uno malo?
Yo no.
Digo, no con certeza de no equivocarme.
Así que
profundicemos.
-“si tu ojo es malo, todo tu cuerpo
estará en tinieblas” ¡Qué declaración!. Me dan ganas de correr al espejo, y
cerciorarme de que mis ojos no son esparcidores de tinieblas que contaminan
todo mi cuerpo. Imagínate, subir al autobús, entrar en la oficina, emitiendo
tinieblas hacia todos lados, oscureciendo el ambiente, irradiando maldad.
Ahora, es evidente que Jesús está
tratando con el contenido invisible de una persona. Sus sentimientos, sus
ambiciones, sus deseos, sus apetencias, lo que lo mueve a funcionar. Y eso
queda claro porque enseguida presenta dos actitudes diametralmente opuestas.
Veamos: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará
al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas” (v 24).
La mención al ojo maligno aparece
entre este versículo y el tema de los tesoros. En los versículos 19 al 21 dice:
“No acumulen riquezas en este mundo pues las riquezas de este mundo se
apolillan y se echan a perder; además, los ladrones perforan las paredes y las
roban. Acumulen, más bien, riquezas en el cielo, donde no se apolillan ni se
echan a perder y donde no hay ladrones que entren a robarlas. Pues donde tengas
tus riquezas, allí tendrás también el corazón”
Es evidente que el problema del ojo es
extensión de a lo que le dedicamos nuestras preferencias. Dicho de otra manera,
si hemos dejado que aumente en forma desmedida nuestro deseo por el dinero, o
por lo que podemos comprar con dinero, si nos hemos vuelto codiciosos. Si ya
miramos lo que tiene él o ella con envidia, si no podemos dormir porque nuestra
ropa no luce como la de nuestros vecinos, entonces nuestro ojo ha comenzado a
irradiar lo que ha crecido en nuestro interior: tinieblas.
Y el autor del devocional que nos
llamó la atención, John Piper, lo descubre en el significado original de otro
pasaje, donde queda claro lo que Jesús pretende enseñar. Este pasaje es el de
Mateo 20:1-15.
Y debemos leerlo con atención, fraccionando
sus partes, viviendo la historia para descubrir la preciosa enseñanza que
contiene.
¿Me sigues?, no tiene desperdicio, es
todo sabiduría.
Dice: -“El
reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana
temprano a contratar jornaleros para su viña. Convino con los jornaleros en
pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la
viña. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que
estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: “Vayan también ustedes a la viña.
Les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía,
y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Finalmente, sobre las cinco
de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les
preguntó: “¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?”. Le contestaron:
“Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues vayan también ustedes a la
viña”.
Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su
capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los
últimos hasta los primeros”. Se presentaron, pues, los que habían comenzado a
trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario
correspondiente a una jornada completa. Entonces los que habían estado
trabajando desde la mañana pensaron que
recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario. Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo diciendo: “A estos que sólo
han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado
toda la jornada soportando el calor del día”. Pero el amo contestó a uno de
ellos: “Amigo, no te trato injustamente.
¿No convinimos en que trabajarías por
esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a
última hora lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu
envidia?”.
Pregunto, si tú o yo hubiésemos estado
trabajando desde la primera hora en esa viña: ¿esperaríamos recibir más? Y al
recibir lo mismo: ¿nos enojaríamos con el dueño?
Podemos cerrar los ojos por unos
segundos y repasar la historia, sudar con lo se levantaron de madrugada a
trabajar, con los que llegaron primero. Luego, cansados como ellos y con ellos,
dirigirnos a la mesa del capataz a recibir nuestra paga.
Podemos ver como delante nuestro los
que llegaron último se alinean primero, y reciben lo mismo que nosotros.
Ahora contestemos honestamente. -¿Qué
le diríamos al dueño? ¿Qué sentimiento crecería dentro de nosotros ante esa
acción? ¿Es posible que cambiara nuestro semblante?
La llave para comparar el ojo malo del
principio y el comentario del dueño de la viña está en las siguientes palabras
pronunciadas por él:
-¿O es que mi generosidad va a provocar
tu envidia?”.
En el griego original dice: ¿O es que
tu ojo es malo porque yo soy bueno?
En español diríamos: ¿Me estás mirando
mal porque soy bueno?
Y esa es la actitud a la que apunta
Jesús.
El no soportar la generosidad de
alguien sobre otra persona, el no agradarnos con la felicidad ajena, el no
poder deleitarnos y sentir como nuestro el placer de que alguien reciba algo
gratis. El no poder regocijarnos cuando un hermoso regalo se otorga a otra
persona delante de nuestros ojos y a nosotros no nos toca nada.
¿Quién nos domina, quien pasa a ser
nuestro dueño, nuestro patrón, al que le rendimos obediencia, a quien seguimos,
cuando ese sentimiento aflora a nuestro semblante?
Algo parecido sucedió con Caín cuando
Dios no vio con agrado su ofrenda y se deleitó con la de Abel.
Dice Génesis 4:5: “pero no miró con
agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su
semblante”
No sabemos la actitud de los obreros
cuando salieron del lugar de trabajo, la enseñanza termina allí.
Pero tenemos el consejo de Dios a Caín,
que nos indica que podemos controlar nuestra ira y cambiar el ojo malo, por una
buena disposición ante la dicha ajena.
Dios le dice al primogénito de Adán: -“Si
obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el
pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes
dominarlo”
Elegimos a quien seguir, no somos
obligados.
Y terminamos como en las historias
antiguas, con la moraleja.
Cuando presenciamos generosas acciones
en personas cercanas a nosotros, pero nosotros no recibimos nada, malos
sentimientos pueden crecer en nuestro interior. Debemos controlarlos y
alegrarnos por las bendiciones recibidas por ajenos.
Seguro que si así lo hacemos pronto
nos tocará a nosotros.
¿Quieres
orar conmigo?: Amado Padre Celestial. Gracias por el precioso contenido de Tu
Palabra. Gracias por enviar a Tu Hijo a caminar por esta tierra, y enseñarnos
bondad, amor y misericordia. Te pedimos en esta hora, en Su Nombre, que nos
enseñes a dominar nuestros malos sentimientos, que nos des sabiduría para
entender tu amor, para comprender el regalo inmerecido de haber sido recibidos
como tus hijos. No queremos ser esclavos de las posesiones materiales. Muéstranos
los beneficios de acumular tesoros en el Cielo, para que nuestro corazón esté
siempre cerca de Tu Presencia.
Amén
Dios te bendiga grandemente
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez