viernes, 12 de julio de 2013

¿Adónde vamos?


“como está escrito: “Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre,
son las que Dios ha preparado para los que lo aman.” 1 Corintios 2:9

En el Estado de Alaska construyeron un puente que no llevaba a ningún lado. El puente no tiene carretera del otro lado del río.
En Irlanda, cuando la situación económica estaba muy mal, el gobierno decidió encarar un proyecto para dar trabajo a los más necesitados. Y comenzaron a construir una carretera. El plan era avanzar con la carretera.
Todos comenzaron con alegría a trabajar juntos, hasta que un día alguien preguntó: -¿Adónde lleva esta carretera?
Un capataz respondió: -A ningún lado (y era verdad).
Los dirigentes del país pensaron que el lugar adonde terminaría la carretera era irrelevante, lo importante para una persona sin trabajo es… trabajar.
Pero cuando se supo que la carretera no tenía un lugar específico donde terminar, que no servía para lo que sirven los caminos, para llegar, los obreros comenzaron a tomar descansos largos, ya no trabajaban duro como lo hicieron al comienzo. Ya no les importó porque simplemente no había una motivación para continuar.
Objetivos claros provocan deseos, pasión, son el combustible de nuestra motivación. Pero cuando no hay un blanco preciso, nos volvemos haraganes, ya no nos importa si llegamos o no.
La pregunta es ¿adónde vamos? ¿adónde vas?
Este pasaje nos ayuda a contestarla: “Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” Mateo 25:23
Hay una recompensa mayor, un premio que no es posible de describir con palabras, una alegría permanente y sin lágrimas, largos y eternos días sin lucha ni aflicciones. Ese es el objetivo, ganar un lugar al lado de Señor para disfrutar eternamente de su compañía, junto con los nuestros.

 Amado Padre Celestial. A menudo vagamos sin rumbo, despertamos, trabajamos y nos vamos de nuevo a dormir sin un objetivo. Enséñanos que hay un camino que lleva a ti, muéstranos la recompensa, para poder seguir luchando.

En el Nombre de Jesús te lo pedimos.
Amén

Dios te bendiga grandemente
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez


jueves, 27 de junio de 2013

Dios te dice hoy...


Hoy Dios dice que las bendiciones que vienen a ti, desafiarán toda lógica.
Dios te dice que las bendiciones que hoy llegan a ti humillarán a todos aquellos que hablaron arrogantemente en contra de tu persona.
Los milagros que Dios traerá sobre ti y tu casa avergonzarán a aquellos que creyeron tener tu futuro en sus manos.
Los que hicieron votos y juraron que tu nunca progresarías serán testigos del levantarte glorioso que Dios ya ha dispuesto.
No te quebrantes, no sacudas la cabeza, no pierdas el sueño, por aquellos que dicen no a tus sueños, que niegan tus optimistas palabras.
Ellos verán a Dios secando tus lágrimas.
Ellos escucharán la risa de reyes y la alegre celebración en tu casa.
Relájate hermano, descansa. Tu gran milagro hará que ellos se tragen sus palabras.
En el Nombre de Jesús

Amén


jueves, 23 de mayo de 2013

La oración de un pecador

La oración del recolector de impuestos



En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!" ” Lucas 18:13


Jueves, Febrero 16 de 2012
El recolector de impuestos, llevado por un profundo sentimiento de culpa, consciente de su maldad, y la suciedad de su pecado, cae humillado delante de Dios. Clamando por misericordia, destrozado su corazón ante lo evidente de sus faltas.
Ese sentirse sucio por lo que hemos hecho mal, esa certeza de que hemos caído en un pozo muy profundo por lo que hicimos, nos llena de desprecio por nosotros mismos, de necesidad de perdón. Ese sentimiento es diametralmente opuesto al de orgullo, de la oración del pomposo sacerdote.
Apreciamos el aguzado contraste, y nos percatamos de la vaciedad, la falta de valor del rezar sin ton ni son, del orar para que los demás nos escuchen.
Del otro lado, y porque lo sentimos bien hondo, con un nudo en la garganta, nos reconforta la intrínseca belleza de nuestras lágrimas delante de Dios.
Nuestra auto condena, y nuestro desprecio por nosotros mismos, nos lava y nos levanta cuando venimos delante de Dios en oración.
Oración: Señor mío y Dios mío, no quiero que mi oración sea vacía, llena de mi ego. Quiero orar como el recolector de impuestos. Dios amado, ten misericordia de mí, un pecador, confórtame, perdóname, necesito paz.
Amén

Tu hermano en Cristo
Pastor Roosevelt Altez



domingo, 24 de marzo de 2013

SED



“y te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes venenosas, y de escorpiones, donde no había agua, y él sacó para ti agua de la roca del pedernal, y apagó tu sed;” Deuteronomio 8:15

-¿Has tenido sed alguna vez?

-No, no ganas de tomarte una coca-cola. Sed

Es terrible. No podemos vivir sin agua. Todas nuestras funciones corporales dependen del suministro del vital líquido.

Es por eso que, para darnos una idea de lo terrible que es vivir sin Dios, Jesús utiliza el ejemplo de la sed. Hay un paralelismo entro lo vital, en este caso el agua, y la presencia de Dios en nosotros. Si tenemos a Dios, tenemos agua. Si no tenemos a Dios, tenemos sed. Simple.

Claro que mientras bebemos agua acá en la tierra, ni nos acordamos de Dios. Pero, ¿y si nos falta?

Ese es el caso del hombre rico y el mendigo.

Repasemos juntos la historia: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Había también un mendigo llamado Lázaro, que lleno de llagas pasaba el tiempo echado a la puerta de aquél, ansioso de saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Llegó el día en que el mendigo murió, y los ángeles se lo llevaron al lado de Abrahán. Después murió también el rico, y fue sepultado. Cuando el rico estaba en el Hades, en medio de tormentos, alzó sus ojos y, a lo lejos, vio a Abrahán, y a Lázaro junto a él. Entonces gritó: “Padre Abrahán, ¡ten compasión de mí! ¡Envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua, porque estas llamas me atormentan!” Lucas 16:19-24

Como sabemos, el ser humano tiene sólo dos opciones, la vida o la perdición. Estoy hablando de la eternidad. La vida eterna es con Dios, la perdición eterna es sin Él.

-A mí qué me importa -puedes pensar-, para eso falta mucho.

Ni tanto. El vivir alejados de Dios es tortura continua. Te pongo algunos ejemplos: incertidumbre, no sabes con que te puedes topar en el día que comienza; envidia, ¿Por qué yo no puedo tener lo que ella tiene?; amargura, a mí siempre me pasas estas cosas malas, fatalismo, esta es la vida que me tocó vivir. 
Inmersos en la vorágine de la rutina diaria, ni nos percatamos que nuestra calidad de vida es pavorosa. Si sopesáramos los pensamientos y palabras negativas de un día normal, comparados con los optimistas, caeríamos en la cuenta de nuestra condición.

Pero seguimos adelante, no hay tiempo para pensar esas tonterías.

-No es mi culpa- decimos.

Descargamos nuestra conciencia y seguimos adelante.

Con sed.

Pero no necesitamos sufrir esas calamidades. Jesús le ofreció del agua que quería beber el condenado de la historia de arriba a la mujer samaritana. Para el rico ya no había tiempo, pero la mujer estaba hablando con el proveedor de vida.

“Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber.» Juan 4:7

El diálogo continúa, y en el versículo 13, Jesús le dice: “«Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”

Dos aguas, dos tipos de sed, dos situaciones.

Si tu sed de tener paz en tu corazón, de vivir tu vida plenamente, ha llegado a la deshidratación espiritual, ven a beber el agua de vida. Acompáñame.

Abramos juntos el grifo, pongamos nuestros labios sedientos, resecos, debajo de la eterna fuente de provisión vital.

 Amado Padre Celestial. Venimos a ti sedientos. Necesitamos de esa agua de vida. Llénanos, quítanos la sed. Inúndanos de tu paz, de la certeza que Tú tienes el control sobre todas las cosas. Enséñanos a depender de ti en todo.
En el Nombre de Jesús te lo pedimos.
Amén

Dios te bendiga grandemente

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

miércoles, 6 de marzo de 2013

Las recompensas que Dios otorga




Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz, y queda sana de tu azote. Marcos 5:34

Si no tienes la mínima esperanza que Dios te escucha, ¿por qué oras?
¿Por qué preguntas a los demás porqué Dios no te contesta? ¿Por qué llenas de dudas tu mente, suponiendo que si Dios está escondido en algún lugar, escuchará tus penas, se conmoverá y responderá?
Dios responde a la fe. Si no hay fe, no se puede agradar a Dios. 
Primero crees, luego recibes.
La fe abre el camino que nos lleva a Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” Hebreos 11:6

La verdad es que Dios, siendo Todopoderoso no puede actuar si no hay fe. A Jesús, Hijo de Dios, lleno del Espíritu Santo, le sucedió esto: “Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” Marcos 6:5-6
Dios, en su Santidad, puso límites a sí mismo para no limitar la decisión de los hombres. Y los límites que desatan su Poder son tu oración, con fe.
El orar en público, para que te oigan, el mostrar tu filantropía para ser admirado por los hombres, no abre las ventanas de los cielos.
 Un corazón sincero es lo que mueve a Dios.

¿Tienes poca fe? 
Ora más.

¿No recibes contestación? 
Ora más

Algo te puedo asegurar. Dios te va a responder.

La fe hace que la oración se fortalezca y te da paciencia para esperar en Dios. La fe cree que Dios recompensa. Ninguna otra verdad está tan firmemente declarada en las Escrituras como la que la fe mueve montañas.
No pienses que tu bondad ha pasado desapercibida a Dios, más bien pregúntate si fue una actitud sincera; si lo fue, Dios premiará tu hacer.
Recuerda lo que dice su Palabra: “Es galardonador de los que le buscan”
Cuando tu corazón sepa, sin sombra de duda, que Dios recompensa, tu espera se hará corta. Y mientras esperas, ora, habla con tu Padre.
Es tu Padre, te ama, es Todopoderoso.
Sus brazos jamás se cierran. En este preciso instante te está aguardando.

Oración: Amado Padre Mío, nos unimos en oración con los que han accedido a esta página de internet y levantamos nuestras manos en alabanza y adoración. Sabemos que Tú no rechazas un corazón humillado, dolorido. Seca mis lágrimas, sana mis heridas.
¿Quién sino Tú, lo hará?
En el nombre de Jesús
Amén

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt J. Altez


           http://iglesiaheroesdelafe.org 

martes, 26 de febrero de 2013

El ojo malo



“Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Mateo 6:23
Esta mañana estaba leyendo algunos devocionales que recibo de diferentes sitios cristianos.
El título de uno de ellos me llamó la atención, tenía un cierto significado misterioso, escondido: “el ojo maligno”.
Pensé: -Una persona mala exterioriza su maldad con acciones, no es sólo su mirada. Con agresión física, con insultos, con algo más que una mirada aviesa. Pero ojo malo….
Hemos adquirido por costumbre, para no caer en la ligereza de criticar espontáneamente, el tratar de aplicar el contenido del devocional en nosotros primero. De esta forma, si algo de lo expresado ayuda a corregir mi propio comportamiento y manera de pensar, comienzo por casa y luego de barrer, recoger mi propia basura y arrojarla lejos, entonces me dedico a escribir.
Y esto es porque no se apunta ligeramente con el dedo cuando hemos descubierto que en nuestra persona hay que aplicar las reformas primero; es aplicar el famoso pasaje de la viga de nuestro ojo versus la paja en el ojo ajeno.
Hecha la salvedad continúo con el asunto del ojo, porque el tema de hoy concierne a ese par de ventanas de nuestro rostro.
Y Mateo, el evangelista, comienza el pasaje así: “ La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”
-¿Puedes captar la diferencia entre un ojo bueno y uno malo?
Yo no. Digo, no con certeza de no equivocarme.
Así que profundicemos.
-“si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas” ¡Qué declaración!. Me dan ganas de correr al espejo, y cerciorarme de que mis ojos no son esparcidores de tinieblas que contaminan todo mi cuerpo. Imagínate, subir al autobús, entrar en la oficina, emitiendo tinieblas hacia todos lados, oscureciendo el ambiente, irradiando maldad.
Ahora, es evidente que Jesús está tratando con el contenido invisible de una persona. Sus sentimientos, sus ambiciones, sus deseos, sus apetencias, lo que lo mueve a funcionar. Y eso queda claro porque enseguida presenta dos actitudes diametralmente opuestas. Veamos: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (v 24).
La mención al ojo maligno aparece entre este versículo y el tema de los tesoros. En los versículos 19 al 21 dice: “No acumulen riquezas en este mundo pues las riquezas de este mundo se apolillan y se echan a perder; además, los ladrones perforan las paredes y las roban. Acumulen, más bien, riquezas en el cielo, donde no se apolillan ni se echan a perder y donde no hay ladrones que entren a robarlas. Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón”
Es evidente que el problema del ojo es extensión de a lo que le dedicamos nuestras preferencias. Dicho de otra manera, si hemos dejado que aumente en forma desmedida nuestro deseo por el dinero, o por lo que podemos comprar con dinero, si nos hemos vuelto codiciosos. Si ya miramos lo que tiene él o ella con envidia, si no podemos dormir porque nuestra ropa no luce como la de nuestros vecinos, entonces nuestro ojo ha comenzado a irradiar lo que ha crecido en nuestro interior: tinieblas.
Y el autor del devocional que nos llamó la atención, John Piper, lo descubre en el significado original de otro pasaje, donde queda claro lo que Jesús pretende enseñar. Este pasaje es el de Mateo 20:1-15.
Y debemos leerlo con atención, fraccionando sus partes, viviendo la historia para descubrir la preciosa enseñanza que contiene.
¿Me sigues?, no tiene desperdicio, es todo sabiduría.
Dice: -“El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña. Convino con los jornaleros en pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: “Vayan también ustedes a la viña. Les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Finalmente, sobre las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: “¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?”. Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues vayan también ustedes a la viña”.
 Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”. Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario correspondiente a una jornada completa. Entonces los que habían estado trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario.  Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo diciendo: “A estos que sólo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor del día”. Pero el amo contestó a uno de ellos: “Amigo, no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías por esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.
Pregunto, si tú o yo hubiésemos estado trabajando desde la primera hora en esa viña: ¿esperaríamos recibir más? Y al recibir lo mismo: ¿nos enojaríamos con el dueño?
Podemos cerrar los ojos por unos segundos y repasar la historia, sudar con lo se levantaron de madrugada a trabajar, con los que llegaron primero. Luego, cansados como ellos y con ellos, dirigirnos a la mesa del capataz a recibir nuestra paga.
Podemos ver como delante nuestro los que llegaron último se alinean primero, y reciben lo mismo que nosotros.
Ahora contestemos honestamente. -¿Qué le diríamos al dueño? ¿Qué sentimiento crecería dentro de nosotros ante esa acción? ¿Es posible que cambiara nuestro semblante?
La llave para comparar el ojo malo del principio y el comentario del dueño de la viña está en las siguientes palabras pronunciadas por él:
-¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.
En el griego original dice: ¿O es que tu ojo es malo porque yo soy bueno?
En español diríamos: ¿Me estás mirando mal porque soy bueno?
Y esa es la actitud a la que apunta Jesús.
El no soportar la generosidad de alguien sobre otra persona, el no agradarnos con la felicidad ajena, el no poder deleitarnos y sentir como nuestro el placer de que alguien reciba algo gratis. El no poder regocijarnos cuando un hermoso regalo se otorga a otra persona delante de nuestros ojos y a nosotros no nos toca nada.
¿Quién nos domina, quien pasa a ser nuestro dueño, nuestro patrón, al que le rendimos obediencia, a quien seguimos, cuando ese sentimiento aflora a nuestro semblante?
Algo parecido sucedió con Caín cuando Dios no vio con agrado su ofrenda y se deleitó con la de Abel.
Dice Génesis 4:5: “pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”
No sabemos la actitud de los obreros cuando salieron del lugar de trabajo, la enseñanza termina allí.
Pero tenemos el consejo de Dios a Caín, que nos indica que podemos controlar nuestra ira y cambiar el ojo malo, por una buena disposición ante la dicha ajena.
Dios le dice al primogénito de Adán: -“Si obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo”
Elegimos a quien seguir, no somos obligados.
Y terminamos como en las historias antiguas, con la moraleja.
Cuando presenciamos generosas acciones en personas cercanas a nosotros, pero nosotros no recibimos nada, malos sentimientos pueden crecer en nuestro interior. Debemos controlarlos y alegrarnos por las bendiciones recibidas por ajenos.
Seguro que si así lo hacemos pronto nos tocará a nosotros.

¿Quieres orar conmigo?: Amado Padre Celestial. Gracias por el precioso contenido de Tu Palabra. Gracias por enviar a Tu Hijo a caminar por esta tierra, y enseñarnos bondad, amor y misericordia. Te pedimos en esta hora, en Su Nombre, que nos enseñes a dominar nuestros malos sentimientos, que nos des sabiduría para entender tu amor, para comprender el regalo inmerecido de haber sido recibidos como tus hijos. No queremos ser esclavos de las posesiones materiales. Muéstranos los beneficios de acumular tesoros en el Cielo, para que nuestro corazón esté siempre cerca de Tu Presencia.
Amén

Dios te bendiga grandemente

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Altez


http://vidadedevocion.blogspot.com/          email: raltez@gmail.com


lunes, 4 de febrero de 2013

Cuando Dios parece no responder



“Al hombre que honra al Señor, él le muestra el camino que debe seguir” Salmo 25:12
¿No te ha sucedido?
Tengo la impresión que sí. Que te ha pasado, y que te sentiste perdido, tratando de discernir el porqué del silencio de Dios, o si te habías salteado la respuesta.
O si en realidad Dios te contestó o no lo hizo.
O sí lo hizo, pero te repites: “no, no, esa no puede ser la respuesta”
Sí. Te parece que Dios está jugando a las escondidas contigo.
¿Verdad?
Te confieso que a mí también me ha pasado, que me está sucediendo hoy, mientras escribo. Estoy esperando la respuesta de Dios y no llega. Tengo la plena seguridad que ya la tiene, me siento completamente confiado en cuanto a que escuchó mi oración.
Pero no he recibido su guía, su claro consejo, y sigo esperando.
Claro que no se trata de mí.
El tema que te inquieta, pienso, es saber qué hacer, cómo esperar, Cómo tomar la decisión correcta.
He aquí algunas sugerencias, no mías, por supuesto, sino directas y frescas, de la Palabra de Dios.
Para empezar, ya debes haber leído el versículo del principio. ¿Te molestarías en volver a hacerlo?. Despacio, saborea cada palabra, medítala, sácale el jugo. Cuando tengas la frase exprimida, y la idea se presente clara ante tus ojos, vuelve acá.
Gracias.
En cuanto a que Dios juega a las escondidas, no es cierto. Si un niño pequeño, que todavía bebe leche del seno materno, se pierde en el jardín de la casa, ¿qué padre lo dejaría desesperarse?, ¿llorar, buscar y no encontrar a su progenitor?, es más, ¿qué padre lo dejaría tropezar y lastimarse?
Ninguno, ¿verdad?, al menos ninguno en su sano juicio.

Y esa es la situación en nuestra relación con Dios, nos ama demasiado para jugar con algo tan serio como la oración y nuestros pedidos.
Nuestro Padre Celestial nos quiere llevar en la dirección correcta.
Entonces la pregunta no es ¿por qué no responde?. La pregunta correcta es: ¿Qué tenemos que hacer para escuchar su voz?
¿Estás de acuerdo?
Entonces comencemos.
I.         Removamos los dos principales escollos que no nos permiten escuchar la voz de Dios.
A.    El pecado es un gran problema. Dios le dice a su pueblo en el desierto que mientras sigan empeñados en desobedecer los cielos serán de bronce y la tierra de hierro.
B.     El otro obstáculo enorme, que oscurece nuestra vista, y ciega nuestro entendimiento es nuestro propio parecer, nuestro deseo de obtener la respuesta que esperamos, es decir, esa que imaginamos y ya tenemos lista, a la espera de cotejar que sea la misma de Dios, para lanzarnos adelante.
Así que para comenzar debemos analizarnos y arrepentirnos de todo pecado que sepamos, que conozcamos, oculto dentro de nuestro profundo ser interior. Y para aliviarte y ayudarte en ello, recuerda: Dios ya los conoce, pero está esperando que se los confieses a Él y solo a Él.
Y en cuanto a nuestros deseos, recordemos al pedir que sus caminos son más altos que los nuestros, que mientras Él lo ve todo desde la eternidad, nuestra limitada percepción no pasa de proyectar nuestros pensamientos unos días más adelante, y sin ninguna certeza de que lo que queremos que acontezca, va, en verdad a suceder.
Interactuamos, respondemos a estímulos, a situaciones que fabricamos en nuestra mente, basados en lo que conocemos. Pero sólo Dios puede ver adelante, más allá del recodo del camino, del fin de semana que viene, de la reacción de tal o cual persona, o de los sentimientos ocultos de quienes creemos nuestros amigos.
Entonces, pongamos nuestros deseos en segundo lugar.
II.        Seamos pacientes.
Vivimos en un mundo que corre, y corre, hacia ningún lado. Todo y todos nos gritan, “APURATE”, “Vas a perder la oportunidad”

Puedes estar seguro que Dios tiene el control. Sus ojos está sobre el pequeño pájaro que vuela a buscar su comida cada día. Y no cae al suelo si Nuestro Padre no lo permite. Son palabras de Jesús las que aseguran esto.
Y el problema es que si te apresuras, y tomas la decisión equivocada puedes perder lo que tiene preparado para ti.
III.      Persiste en la oración.
Es la herramienta más efectiva. Y de la que hacemos menos uso. Los primeros cinco minutos son difíciles, pero luego se vuelve un deleite, esfuérzate en pasar ese escollo. Lo sabrás porque tu corazón va a sentir esa paz que buscas. Deja tus palabras brotar, no te esfuerces demasiado en elaborar una oración bonita, sola se va a ir perfeccionando. Recuerda que el Espíritu Santo es tu guía mientras lo haces.
IV.      Escudriña las Escrituras. Sin querer saberlas en un día.
Recuerda que llevó el escribirlas más de mil quinientos años. Comienza por los Salmos, por los Evangelios.
Muchas veces esperamos escuchar la respuesta, en una voz humana. Pero si te dedicas a leer la Palabra, la respuesta puede cobrar vida en cualquier momento delante de tus ojos. Y exclamará asombrado, asombrada: -Eso, eso es exactamente lo que estaba esperando oír.
-Esa es la respuesta para la decisión que debo tomar.
Y si te sigues preguntando todavía la razón de la demora, este es el motivo, tú y yo estamos hablando de Él, en este mismo instante. Estamos profundizando en nuestra relación con el Hacedor de todas las cosas, con el Autor de la Vida, con el único que tiene todas las respuestas.
¿Quieres orar conmigo?
Amado Padre Celestial. En tu presencia en esta hora, Señor y Dios nuestro, confesamos que somos impacientes, que queremos todo ya. Pero al pensar un poco más en profundidad, admitimos que debemos esperar en Ti, porque Tú lo sabes todo. Calma nuestro corazón y danos la paz que sobrepasa todo entendimiento, mientras haces que cultivemos el don de la paciencia, y del dominio propio, al aguardar por tu perfecta voluntad.
Oramos en el Nombre que es sobre todo Nombre.
En el Nombre de Jesús.
Amén.

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

http://poderdeoracion.blogspot.com      http://iglesiaheroesdelafe.org/

email: raltez@gmail.com

domingo, 13 de enero de 2013

Pidiendo a un desconocido




Año 2 Número 6


“Quien se quiera vanagloriar, que se vanaglorie de entenderme y conocerme. Porque yo soy el Señor, que hago misericordia, imparto justicia y hago valer el derecho en la tierra, porque estas cosas me complacen.»”  Jeremías 9:23

¿Le pedirías algo importante a un desconocido? ¿Confiarías tu vida o la de tus hijos a alguien de quien no sabes nada?

¿Cuando le pides a Dios, sabes con quién hablas? ¿conoces en verdad las posibilidades que existen de que te responda?

¿Te has preguntado: porqué me va a responder a mí?

Transcribo palabras de un hombre de oración, porque sería pecar de pedante si pretendo mejorar su tan bien explicada razón por la que orar. Dijo E.M. Bounds:
                                                                                                  “Los propósitos maravillosos necesitan oraciones maravillosas para ser ejecutados. Las promesas que producen milagros necesitan oraciones para ser cumplidas. Solo la oración divina puede operar promesas divinas o llevar a cabo propósitos divinos. ¡Cuán grandes, cuán sublimes y cuán exaltadas son las promesas que Dios hace a su pueblo! ¡Cuán eternos son los propósitos de Dios!

Sin embargo, nuestras oraciones son demasiado cortas y débiles como para ejecutar los propósitos, o para reclamar las promesas de Dios con el poder adecuado. ¿Por qué estamos tan empobrecidos en nuestra experiencia y vivimos en un nivel tan bajo cuando las promesas de Dios son “preciosas y magníficas”? ¿Por qué los eternos propósitos de Dios se mueven tan tardíamente? ¿Por qué son tan pobremente ejecutados? Fracasamos en cuanto a apropiarnos de las promesas divinas y hacer descansar nuestra fe en ellas, y orar con fe es la solución. “No tienen, porque no piden. Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones”.

La oración está basada en el propósito y en la promesa de Dios. Orar es someterse a Dios. La oración no tiene ningún lamento en contra de la voluntad de Dios. Puede clamar contra la amargura y el terrible peso de una hora de angustia indecible: “Si es posible, pase de mí esta copa”. Sin embargo, está sobrecargada con la sumisión más definida y más dulce, “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
La oración en su forma habitual y en su corriente profunda, es una conformidad consciente de la voluntad de Dios, basada en la promesa directa de su Palabra, y bajo la luz y la aplicación del Espíritu Santo. Nada es más seguro que La Palabra de Dios como fundamento de la oración.

Oramos solo cuando creemos en La Palabra de Dios. Está basada directa y específicamente en las promesas de Dios reveladas en Cristo Jesús.”

La respuesta a las preguntas de arriba es que tienes que conocer a Dios, tienes que conocer sus promesas, contenidas en Su Palabra, para creer. Si no lees la Biblia, si no te enteras de los cientos de promesas que contiene, ¿cómo vas a pedir con seguridad?

Es posible que no tengas tiempo, es posible que vivas aceleradamente, y aunque para ti sea válido el decirlo como excusa, seguirás sin conocerlo y sin tener confianza en El.

Así que ya sea en el bus, o cuando esperas a alguien o en la fila del cine, o de la oficina pública, lee la Biblia, entérate de todo lo que hay disponible para tí en las arcas celestiales.

¿Quieres orar conmigo?
 Padre mío y Dios mío, pon en mi la sed por tu palabra, que dentro de mí crezca el deseo de conocerte, hazme entender que amarte es recibir tu amor, y con él, las promesas que tienes para mí. Enseñame que debo hacer para que mis oraciones sean respondidas. Responde esta misma oración que estoy haciendo ahora, mostrándome tu gracia, tu misericordia y tu perdón. Hazme entender que obedecerte es permanecer en tí.
En el Nombre de Jesús. 
Amén

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

http://poderdeoracion.blogspot.com/       http://iglesiaheroesdelafe.org/
email: raltez@gmail.com