martes, 26 de febrero de 2013

El ojo malo



“Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Mateo 6:23
Esta mañana estaba leyendo algunos devocionales que recibo de diferentes sitios cristianos.
El título de uno de ellos me llamó la atención, tenía un cierto significado misterioso, escondido: “el ojo maligno”.
Pensé: -Una persona mala exterioriza su maldad con acciones, no es sólo su mirada. Con agresión física, con insultos, con algo más que una mirada aviesa. Pero ojo malo….
Hemos adquirido por costumbre, para no caer en la ligereza de criticar espontáneamente, el tratar de aplicar el contenido del devocional en nosotros primero. De esta forma, si algo de lo expresado ayuda a corregir mi propio comportamiento y manera de pensar, comienzo por casa y luego de barrer, recoger mi propia basura y arrojarla lejos, entonces me dedico a escribir.
Y esto es porque no se apunta ligeramente con el dedo cuando hemos descubierto que en nuestra persona hay que aplicar las reformas primero; es aplicar el famoso pasaje de la viga de nuestro ojo versus la paja en el ojo ajeno.
Hecha la salvedad continúo con el asunto del ojo, porque el tema de hoy concierne a ese par de ventanas de nuestro rostro.
Y Mateo, el evangelista, comienza el pasaje así: “ La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”
-¿Puedes captar la diferencia entre un ojo bueno y uno malo?
Yo no. Digo, no con certeza de no equivocarme.
Así que profundicemos.
-“si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas” ¡Qué declaración!. Me dan ganas de correr al espejo, y cerciorarme de que mis ojos no son esparcidores de tinieblas que contaminan todo mi cuerpo. Imagínate, subir al autobús, entrar en la oficina, emitiendo tinieblas hacia todos lados, oscureciendo el ambiente, irradiando maldad.
Ahora, es evidente que Jesús está tratando con el contenido invisible de una persona. Sus sentimientos, sus ambiciones, sus deseos, sus apetencias, lo que lo mueve a funcionar. Y eso queda claro porque enseguida presenta dos actitudes diametralmente opuestas. Veamos: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (v 24).
La mención al ojo maligno aparece entre este versículo y el tema de los tesoros. En los versículos 19 al 21 dice: “No acumulen riquezas en este mundo pues las riquezas de este mundo se apolillan y se echan a perder; además, los ladrones perforan las paredes y las roban. Acumulen, más bien, riquezas en el cielo, donde no se apolillan ni se echan a perder y donde no hay ladrones que entren a robarlas. Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón”
Es evidente que el problema del ojo es extensión de a lo que le dedicamos nuestras preferencias. Dicho de otra manera, si hemos dejado que aumente en forma desmedida nuestro deseo por el dinero, o por lo que podemos comprar con dinero, si nos hemos vuelto codiciosos. Si ya miramos lo que tiene él o ella con envidia, si no podemos dormir porque nuestra ropa no luce como la de nuestros vecinos, entonces nuestro ojo ha comenzado a irradiar lo que ha crecido en nuestro interior: tinieblas.
Y el autor del devocional que nos llamó la atención, John Piper, lo descubre en el significado original de otro pasaje, donde queda claro lo que Jesús pretende enseñar. Este pasaje es el de Mateo 20:1-15.
Y debemos leerlo con atención, fraccionando sus partes, viviendo la historia para descubrir la preciosa enseñanza que contiene.
¿Me sigues?, no tiene desperdicio, es todo sabiduría.
Dice: -“El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña. Convino con los jornaleros en pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: “Vayan también ustedes a la viña. Les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Finalmente, sobre las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: “¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?”. Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues vayan también ustedes a la viña”.
 Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”. Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario correspondiente a una jornada completa. Entonces los que habían estado trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario.  Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo diciendo: “A estos que sólo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor del día”. Pero el amo contestó a uno de ellos: “Amigo, no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías por esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.
Pregunto, si tú o yo hubiésemos estado trabajando desde la primera hora en esa viña: ¿esperaríamos recibir más? Y al recibir lo mismo: ¿nos enojaríamos con el dueño?
Podemos cerrar los ojos por unos segundos y repasar la historia, sudar con lo se levantaron de madrugada a trabajar, con los que llegaron primero. Luego, cansados como ellos y con ellos, dirigirnos a la mesa del capataz a recibir nuestra paga.
Podemos ver como delante nuestro los que llegaron último se alinean primero, y reciben lo mismo que nosotros.
Ahora contestemos honestamente. -¿Qué le diríamos al dueño? ¿Qué sentimiento crecería dentro de nosotros ante esa acción? ¿Es posible que cambiara nuestro semblante?
La llave para comparar el ojo malo del principio y el comentario del dueño de la viña está en las siguientes palabras pronunciadas por él:
-¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.
En el griego original dice: ¿O es que tu ojo es malo porque yo soy bueno?
En español diríamos: ¿Me estás mirando mal porque soy bueno?
Y esa es la actitud a la que apunta Jesús.
El no soportar la generosidad de alguien sobre otra persona, el no agradarnos con la felicidad ajena, el no poder deleitarnos y sentir como nuestro el placer de que alguien reciba algo gratis. El no poder regocijarnos cuando un hermoso regalo se otorga a otra persona delante de nuestros ojos y a nosotros no nos toca nada.
¿Quién nos domina, quien pasa a ser nuestro dueño, nuestro patrón, al que le rendimos obediencia, a quien seguimos, cuando ese sentimiento aflora a nuestro semblante?
Algo parecido sucedió con Caín cuando Dios no vio con agrado su ofrenda y se deleitó con la de Abel.
Dice Génesis 4:5: “pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”
No sabemos la actitud de los obreros cuando salieron del lugar de trabajo, la enseñanza termina allí.
Pero tenemos el consejo de Dios a Caín, que nos indica que podemos controlar nuestra ira y cambiar el ojo malo, por una buena disposición ante la dicha ajena.
Dios le dice al primogénito de Adán: -“Si obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo”
Elegimos a quien seguir, no somos obligados.
Y terminamos como en las historias antiguas, con la moraleja.
Cuando presenciamos generosas acciones en personas cercanas a nosotros, pero nosotros no recibimos nada, malos sentimientos pueden crecer en nuestro interior. Debemos controlarlos y alegrarnos por las bendiciones recibidas por ajenos.
Seguro que si así lo hacemos pronto nos tocará a nosotros.

¿Quieres orar conmigo?: Amado Padre Celestial. Gracias por el precioso contenido de Tu Palabra. Gracias por enviar a Tu Hijo a caminar por esta tierra, y enseñarnos bondad, amor y misericordia. Te pedimos en esta hora, en Su Nombre, que nos enseñes a dominar nuestros malos sentimientos, que nos des sabiduría para entender tu amor, para comprender el regalo inmerecido de haber sido recibidos como tus hijos. No queremos ser esclavos de las posesiones materiales. Muéstranos los beneficios de acumular tesoros en el Cielo, para que nuestro corazón esté siempre cerca de Tu Presencia.
Amén

Dios te bendiga grandemente

Tu hermano en Cristo

Roosevelt Altez


http://vidadedevocion.blogspot.com/          email: raltez@gmail.com


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