lunes, 4 de febrero de 2013

Cuando Dios parece no responder



“Al hombre que honra al Señor, él le muestra el camino que debe seguir” Salmo 25:12
¿No te ha sucedido?
Tengo la impresión que sí. Que te ha pasado, y que te sentiste perdido, tratando de discernir el porqué del silencio de Dios, o si te habías salteado la respuesta.
O si en realidad Dios te contestó o no lo hizo.
O sí lo hizo, pero te repites: “no, no, esa no puede ser la respuesta”
Sí. Te parece que Dios está jugando a las escondidas contigo.
¿Verdad?
Te confieso que a mí también me ha pasado, que me está sucediendo hoy, mientras escribo. Estoy esperando la respuesta de Dios y no llega. Tengo la plena seguridad que ya la tiene, me siento completamente confiado en cuanto a que escuchó mi oración.
Pero no he recibido su guía, su claro consejo, y sigo esperando.
Claro que no se trata de mí.
El tema que te inquieta, pienso, es saber qué hacer, cómo esperar, Cómo tomar la decisión correcta.
He aquí algunas sugerencias, no mías, por supuesto, sino directas y frescas, de la Palabra de Dios.
Para empezar, ya debes haber leído el versículo del principio. ¿Te molestarías en volver a hacerlo?. Despacio, saborea cada palabra, medítala, sácale el jugo. Cuando tengas la frase exprimida, y la idea se presente clara ante tus ojos, vuelve acá.
Gracias.
En cuanto a que Dios juega a las escondidas, no es cierto. Si un niño pequeño, que todavía bebe leche del seno materno, se pierde en el jardín de la casa, ¿qué padre lo dejaría desesperarse?, ¿llorar, buscar y no encontrar a su progenitor?, es más, ¿qué padre lo dejaría tropezar y lastimarse?
Ninguno, ¿verdad?, al menos ninguno en su sano juicio.

Y esa es la situación en nuestra relación con Dios, nos ama demasiado para jugar con algo tan serio como la oración y nuestros pedidos.
Nuestro Padre Celestial nos quiere llevar en la dirección correcta.
Entonces la pregunta no es ¿por qué no responde?. La pregunta correcta es: ¿Qué tenemos que hacer para escuchar su voz?
¿Estás de acuerdo?
Entonces comencemos.
I.         Removamos los dos principales escollos que no nos permiten escuchar la voz de Dios.
A.    El pecado es un gran problema. Dios le dice a su pueblo en el desierto que mientras sigan empeñados en desobedecer los cielos serán de bronce y la tierra de hierro.
B.     El otro obstáculo enorme, que oscurece nuestra vista, y ciega nuestro entendimiento es nuestro propio parecer, nuestro deseo de obtener la respuesta que esperamos, es decir, esa que imaginamos y ya tenemos lista, a la espera de cotejar que sea la misma de Dios, para lanzarnos adelante.
Así que para comenzar debemos analizarnos y arrepentirnos de todo pecado que sepamos, que conozcamos, oculto dentro de nuestro profundo ser interior. Y para aliviarte y ayudarte en ello, recuerda: Dios ya los conoce, pero está esperando que se los confieses a Él y solo a Él.
Y en cuanto a nuestros deseos, recordemos al pedir que sus caminos son más altos que los nuestros, que mientras Él lo ve todo desde la eternidad, nuestra limitada percepción no pasa de proyectar nuestros pensamientos unos días más adelante, y sin ninguna certeza de que lo que queremos que acontezca, va, en verdad a suceder.
Interactuamos, respondemos a estímulos, a situaciones que fabricamos en nuestra mente, basados en lo que conocemos. Pero sólo Dios puede ver adelante, más allá del recodo del camino, del fin de semana que viene, de la reacción de tal o cual persona, o de los sentimientos ocultos de quienes creemos nuestros amigos.
Entonces, pongamos nuestros deseos en segundo lugar.
II.        Seamos pacientes.
Vivimos en un mundo que corre, y corre, hacia ningún lado. Todo y todos nos gritan, “APURATE”, “Vas a perder la oportunidad”

Puedes estar seguro que Dios tiene el control. Sus ojos está sobre el pequeño pájaro que vuela a buscar su comida cada día. Y no cae al suelo si Nuestro Padre no lo permite. Son palabras de Jesús las que aseguran esto.
Y el problema es que si te apresuras, y tomas la decisión equivocada puedes perder lo que tiene preparado para ti.
III.      Persiste en la oración.
Es la herramienta más efectiva. Y de la que hacemos menos uso. Los primeros cinco minutos son difíciles, pero luego se vuelve un deleite, esfuérzate en pasar ese escollo. Lo sabrás porque tu corazón va a sentir esa paz que buscas. Deja tus palabras brotar, no te esfuerces demasiado en elaborar una oración bonita, sola se va a ir perfeccionando. Recuerda que el Espíritu Santo es tu guía mientras lo haces.
IV.      Escudriña las Escrituras. Sin querer saberlas en un día.
Recuerda que llevó el escribirlas más de mil quinientos años. Comienza por los Salmos, por los Evangelios.
Muchas veces esperamos escuchar la respuesta, en una voz humana. Pero si te dedicas a leer la Palabra, la respuesta puede cobrar vida en cualquier momento delante de tus ojos. Y exclamará asombrado, asombrada: -Eso, eso es exactamente lo que estaba esperando oír.
-Esa es la respuesta para la decisión que debo tomar.
Y si te sigues preguntando todavía la razón de la demora, este es el motivo, tú y yo estamos hablando de Él, en este mismo instante. Estamos profundizando en nuestra relación con el Hacedor de todas las cosas, con el Autor de la Vida, con el único que tiene todas las respuestas.
¿Quieres orar conmigo?
Amado Padre Celestial. En tu presencia en esta hora, Señor y Dios nuestro, confesamos que somos impacientes, que queremos todo ya. Pero al pensar un poco más en profundidad, admitimos que debemos esperar en Ti, porque Tú lo sabes todo. Calma nuestro corazón y danos la paz que sobrepasa todo entendimiento, mientras haces que cultivemos el don de la paciencia, y del dominio propio, al aguardar por tu perfecta voluntad.
Oramos en el Nombre que es sobre todo Nombre.
En el Nombre de Jesús.
Amén.

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

http://poderdeoracion.blogspot.com      http://iglesiaheroesdelafe.org/

email: raltez@gmail.com

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