“Al
hombre que honra al Señor, él le muestra el camino que debe seguir” Salmo 25:12
¿No te ha
sucedido?
Tengo la
impresión que sí. Que te ha pasado, y que te sentiste perdido, tratando de
discernir el porqué del silencio de Dios, o si te habías salteado la respuesta.
O si en realidad
Dios te contestó o no lo hizo.
O sí lo hizo,
pero te repites: “no, no, esa no puede ser la respuesta”
Sí. Te parece
que Dios está jugando a las escondidas contigo.
¿Verdad?
Te confieso que
a mí también me ha pasado, que me está sucediendo hoy, mientras escribo. Estoy
esperando la respuesta de Dios y no llega. Tengo la plena seguridad que ya la
tiene, me siento completamente confiado en cuanto a que escuchó mi oración.
Pero no he
recibido su guía, su claro consejo, y sigo esperando.
Claro que no se
trata de mí.
El tema que te
inquieta, pienso, es saber qué hacer, cómo esperar, Cómo tomar la decisión
correcta.
He aquí algunas
sugerencias, no mías, por supuesto, sino directas y frescas, de la Palabra de
Dios.
Para empezar, ya
debes haber leído el versículo del principio. ¿Te molestarías en volver a
hacerlo?. Despacio, saborea cada palabra, medítala, sácale el jugo. Cuando
tengas la frase exprimida, y la idea se presente clara ante tus ojos, vuelve
acá.
Gracias.
En cuanto a que
Dios juega a las escondidas, no es cierto. Si un niño pequeño, que todavía bebe
leche del seno materno, se pierde en el jardín de la casa, ¿qué padre lo
dejaría desesperarse?, ¿llorar, buscar y no encontrar a su progenitor?, es más,
¿qué padre lo dejaría tropezar y lastimarse?
Ninguno, ¿verdad?,
al menos ninguno en su sano juicio.
Y esa es la
situación en nuestra relación con Dios, nos ama demasiado para jugar con algo
tan serio como la oración y nuestros pedidos.
Nuestro Padre
Celestial nos quiere llevar en la dirección correcta.
Entonces la
pregunta no es ¿por qué no responde?. La pregunta correcta es: ¿Qué tenemos que
hacer para escuchar su voz?
¿Estás de
acuerdo?
Entonces
comencemos.
I. Removamos los dos principales escollos que no nos permiten
escuchar la voz de Dios.
A. El pecado es un
gran problema. Dios le dice a su pueblo en el desierto que mientras sigan
empeñados en desobedecer los cielos serán de bronce y la tierra de hierro.
B. El otro
obstáculo enorme, que oscurece nuestra vista, y ciega nuestro entendimiento es
nuestro propio parecer, nuestro deseo de obtener la respuesta que esperamos, es
decir, esa que imaginamos y ya tenemos lista, a la espera de cotejar que sea la
misma de Dios, para lanzarnos adelante.
Así que para
comenzar debemos analizarnos y arrepentirnos de todo pecado que sepamos, que
conozcamos, oculto dentro de nuestro profundo ser interior. Y para aliviarte y
ayudarte en ello, recuerda: Dios ya los conoce, pero está esperando que se los
confieses a Él y solo a Él.
Y en cuanto a
nuestros deseos, recordemos al pedir que sus caminos son más altos que los
nuestros, que mientras Él lo ve todo desde la eternidad, nuestra limitada
percepción no pasa de proyectar nuestros pensamientos unos días más adelante, y
sin ninguna certeza de que lo que queremos que acontezca, va, en verdad a
suceder.
Interactuamos,
respondemos a estímulos, a situaciones que fabricamos en nuestra mente, basados
en lo que conocemos. Pero sólo Dios puede ver adelante, más allá del recodo del
camino, del fin de semana que viene, de la reacción de tal o cual persona, o de
los sentimientos ocultos de quienes creemos nuestros amigos.
Entonces,
pongamos nuestros deseos en segundo lugar.
II. Seamos pacientes.
Vivimos en un
mundo que corre, y corre, hacia ningún lado. Todo y todos nos gritan,
“APURATE”, “Vas a perder la oportunidad”
Puedes estar
seguro que Dios tiene el control. Sus ojos está sobre el pequeño pájaro que
vuela a buscar su comida cada día. Y no cae al suelo si Nuestro Padre no lo
permite. Son palabras de Jesús las que aseguran esto.
Y el problema es
que si te apresuras, y tomas la decisión equivocada puedes perder lo que tiene
preparado para ti.
III. Persiste en la oración.
Es la
herramienta más efectiva. Y de la que hacemos menos uso. Los primeros cinco
minutos son difíciles, pero luego se vuelve un deleite, esfuérzate en pasar ese
escollo. Lo sabrás porque tu corazón va a sentir esa paz que buscas. Deja tus
palabras brotar, no te esfuerces demasiado en elaborar una oración bonita, sola
se va a ir perfeccionando. Recuerda que el Espíritu Santo es tu guía mientras
lo haces.
IV. Escudriña las Escrituras. Sin querer saberlas en un día.
Recuerda que llevó
el escribirlas más de mil quinientos años. Comienza por los Salmos, por los
Evangelios.
Muchas veces
esperamos escuchar la respuesta, en una voz humana. Pero si te dedicas a leer
la Palabra, la respuesta puede cobrar vida en cualquier momento delante de tus
ojos. Y exclamará asombrado, asombrada: -Eso, eso es exactamente lo que estaba
esperando oír.
-Esa es la
respuesta para la decisión que debo tomar.
Y si te sigues
preguntando todavía la razón de la demora, este es el motivo, tú y yo estamos
hablando de Él, en este mismo instante. Estamos profundizando en nuestra
relación con el Hacedor de todas las cosas, con el Autor de la Vida, con el
único que tiene todas las respuestas.
¿Quieres orar conmigo?
Amado
Padre Celestial. En tu presencia en esta hora, Señor y Dios nuestro, confesamos
que somos impacientes, que queremos todo ya. Pero al pensar un poco más en
profundidad, admitimos que debemos esperar en Ti, porque Tú lo sabes todo.
Calma nuestro corazón y danos la paz que sobrepasa todo entendimiento, mientras
haces que cultivemos el don de la paciencia, y del dominio propio, al aguardar
por tu perfecta voluntad.
Oramos
en el Nombre que es sobre todo Nombre.
En
el Nombre de Jesús.
Amén.
Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez
http://poderdeoracion.blogspot.com http://iglesiaheroesdelafe.org/
email: raltez@gmail.com
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