jueves, 27 de febrero de 2014

Capeando el temporal



Los discípulos despertaron a Jesús y le dijeron: «¡Maestro, Maestro, estamos por naufragar!» Entonces Jesús despertó, reprendió al viento y a las olas, y éstas se sosegaron, y todo quedó en calma. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Lucas 8:24-25

Todos nos hemos enfrentado a tempestades en nuestra vida. Hemos aprendido que hay diversas formas de pasarlas, pero a veces nos aterran, nos arrinconan.

Hay tormentas de arena, de viento, de lluvia torrencial, de truenos y relámpagos. Todas tienes algo en común, ninguna es agradable y  siempre asustan.

Imaginemos juntos la situación descrita en el pasaje de Lucas. El cielo se ha puesto tan oscuro que no notamos la línea que lo separa del mar, masas de agua y nubes en continua rotación se mezclan en el horizonte, mientras la lluvia nos abofetea el rostro, furiosa. Nuestro bote es sacudido como una hoja, ladeándose peligrosamente, y recibiendo agua en cada sacudida. Intentamos achicar pero no podemos mantenernos en pie, y si no nos aferramos a algo, corremos el riesgo de ser arrojados por la borda en una de las sacudidas.

¿Me sigues?

Pasemos a los protagonistas.

Los pescadores del relato temen hundirse en cualquier momento.

 -Yo te pregunto: ¿tú los culparías por tener miedo?

No obstante, Jesús les pregunta: ¿Dónde está vuestra fe?
Seguro esa no sería la pregunta que tú o yo esperaríamos del Maestro de Galilea en medio de una terrible tempestad.

Tampoco los discípulos.

Mientras el viento sopla, el agua nos azota la cara y nuestra frágil humanidad se sacude, recordemos que Jesús siempre tenía, y tiene, algo para enseñar. Esa fue su misión, ese fue el motivo de andar con ellos por tres años y medio, Maestro y discípulos desempeñaban el rol específico para el cual cada uno fue llamado.

Entonces, la pregunta de Jesús tenía un cometido, algo que remarcar.

¿Cuál era?

Contestemos con otra pregunta: ¿Dónde tenían ellos fija la vista? 
O deberíamos preguntar, ¿se sentían perdidos? ¿aún con Cristo en su barca?

-Sí, por las olas amenazadoras, donde centraban toda su atención, mientras de Jesús sólo podían ver que dormía.

Nuestro Padre Celestial quiere que confiemos en Él en medio de la tempestad; cuando parece que el tornado viene directo a aporrearnos y a llevarse nuestra casa; cuando el huracán sopla de tal forma que amenaza volarnos el techo; cuando los rayos caen a nuestro alrededor, alcanzando objetos cada vez más cercanos.

Y por supuesto, cuando nuestra liviana y frágil embarcación parece destinada a hundirse irremediablemente, Dios quiere que mantengamos la vista fija en el consumador, autor de la fe, Cristo.

Cuando las borrascas comiencen a probar tu fuerza, no te avergüences de tener miedo. Los discípulos tuvieron miedo, ¡Y tenían a Jesús en su bote!

Aprendamos de ellos. Usemos los próximos cinco minutos para preguntarnos: ¿Dónde está mi fe?
¿Has depositado tu fe en tus propias habilidades o en las de otra persona,  y parece que en cualquier momento se va a dar vuelta el bote?

Es tiempo de relajarte, respirar hondo.

Puedes en este mismo instante navegar fuera de la tormenta.

Recuerda: tienes a Jesús en tu bote.

Cuando las tempestades, de cualquier tipo, te azoten, ten presente esto: Tu Padre, quien tiene el poder de sosegar las olas y parar el viento, te protegerá.

Ten fe, Él está contigo en la tormenta.

Oración: Padre Amado, Todopoderoso, las circunstancias adversas me golpean, me sacuden en esta hora, he retirado mi vista de ellas, y puesto mis ojos en ti. Sé que estás conmigo y es todo lo que necesito. Señor, reprende y calma la tempestad.
En el nombre de Jesús
Gracias
Amén

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miércoles, 26 de febrero de 2014

No te dejaré, si no me bendices


Y dijo: Déjame, que el alba sube. Y él dijo: No te dejaré, si no me bendices.
Génesis 32:26

No desestimes nunca el Poder de la Oración. Cuando oras de acuerdo a la voluntad de Dios, tu oración es imparable.

 -¿Qué cómo conocemos la voluntad de Dios?
 -Interesante pregunta

La respuesta es estudiando cuidadosamente las Escrituras Sagradas.
Jesús nos hizo esta promesa: “Si permanecen en mí y mi Palabra permanece en vosotros, pidan todo lo que quieran y les será hecho” Juan 15:7

Claro, te fuiste como yo la primera vez que lo leí, directamente a la parte segunda de la frase: “pidan todo lo que quieran y les será hecho”.

Nos encanta, es como si hubiéramos encontrado la famosa lámpara de Aladino, como si Dios fuera el genio enorme y con voz de trueno, contenido en aquel tan pequeño recipiente.

Pero no es así, la oración es un todo, así que la primera parte: “Si permanecen en mí y mi Palabra permanece en vosotros” es tan o más importante que la segunda, puesto que es la condición para que la última se cumpla.

Así que la pregunta es si caminamos de acuerdo a las preciosas y nada gravosas enseñanzas del Maestro. Él dijo que fuéramos a Él, trabajados, cansados y cargados, que dejásemos nuestras cargas a sus pies y que lleváramos su yugo, pues era liviano. Mateo 11:28-31
Si lo estás haciendo, pide sin dudar, y seguro que tus oraciones van a ser contestadas.

Es más, no es sólo en el pasaje de 15:7, también dice Juan, ya anciano, en su primera carta: “Y esta es la confianza que tenemos en Dios, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, también sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos pedido” 1 Juan 5:14-15

Por lo tanto, no te des por vencido, no te des por vencida y recuerda lo que también dijo el Maestro en Mateo 7:7: 
“Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. »¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? 11 Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!”

Por si no te diste cuenta el pasaje comienza con pidan, pero levanta el tono y la segunda acción es más intensa: busquen, y luego (cuando ya estás desesperado o desesperada): llamen  

En el pasaje inicial, cuando Jacobo luchó con el ángel, rayaba el alba y seguía aferrado al ser celestial, al pedido de que lo soltara dijo…

 -(Anda, lee de nuevo) “ Si no me bendices no te dejaré”
La pregunta es: ¿Qué tan agarrado o agarrada estás tú a la promesa?

¿Quieres orar conmigo?
Amado Padre Celestial: Venimos a Ti Señor Todopoderoso y Eterno, a humildemente recordarte tus promesas, y a pedirte, buscarte, y llamarte, para que concedas esta petición: (______________________)
Te lo pedimos en el Nombre que es sobre todo Nombre
En el Nombre de Jesús
Y en El decimos
Amén y Amén

Te saluda
Tu Hermano en Cristo
Roosevelt Jackson Altez

Pastor MTS